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5 CITAS QUE SALIERON REALMENTE MAL

Que no os engañen, ni ese/a va a ser el amor de tu vida, ni «pero podemos ser amigos», ni llegamos al orgasmo a la vez, ni todas las citas son perfectas. Pero oye, que tampoco vamos a hacer un drama de estos pequeños -o grandes- desastres porque, en momentos así, lo más serio siempre es reírse (relativizar lo llaman).

Y como lo que más nos gusta es compartir experiencias en pareja, qué mejor experiencia que una mala cita que haga darte cuenta de que esa persona no era precisamente tu tipo. Y nada de callárselo, que aquí todos hemos tenido lo nuestro y compartir entre amigos este tipo de situaciones con unas cervezas delante puede hacernos pasar una velada divertidísima. O… ¿Quién sabe si puede lograr que una primera cita sea todo un éxito?

Para eso, hemos entrevistado a personas que han tenido las 5 peores citas que recuerdan con algún que otro «¡Tierra trágame!» aunque nosotros somos más de pensar en algo mucho mejor «¡Trágatelos a ellos!»

ESCAPEROOM EN EL CINE

Silvia tenía 16 años y aún no se había besado con nadie. Suspendió matemáticas y ese verano le tocó pasar el mes de julio entero en una academia. Allí conoció a Manuel, un chico simpático pero algo simplón. Nunca hubo demasiado feeling, pero pasado el verano siguieron en contacto y pasados unos meses Manuel se declaró a Silvia.

Silvia en aquel momento pensó que igual era su oportunidad para darse su primer beso y quitarse esa presión que tanto pesaba entre las chicas de su edad. Manuel le propuso ir al cine a ver una peli de miedo -ideas de novatos- y tras algún que otro desplante, al final se decidió y acudió a la cita. El plan mejoraba por momentos. Manuel propuso comprar una botella de vodka de 3€ para beber antes y que la «película fuera más divertida». Y así pasó, bebieron y bebieron y entraron al cine con el puntillo.

La película comenzó y Silvia no lo veía demasiado claro. Vaya, que lo veía más oscuro de lo que estaba el cine. En el momento en el que Manuel se giró para besarla, ella, que ya no sabía cómo salir de ahí, le dio un beso, luego apartó la cara y fingió haber perdido el móvil. Tras un muy bien fingido pánico por tal pérdida, le dijo a Manuel que quizá se lo había dejado en el baño y salió de la sala.  

De la sala, del cine, de la zona y de la vida de Manuel.

 

LA INTENCIÓN ES LO QUE CUENTA

Desde que Diego lo dejó con su novia hacía dos años, no había vuelto a quedar con nadie. Ni siquiera había conocido a alguien que fuera una potencial cita. Conocedora de aquello, una compañera de trabajo decidió prepararle una cita a ciegas ya que quería presentarle a «alguien que creía perfecto para él».

Llegó la noche y Diego, hecho un manojo de nervios, habiéndose comprado una camisa nueva y bañándose en colonia (vamos, que se le veía la cara de cita a kilómetros), acudió al restaurante donde había quedado. Un restaurante típico de Madrid donde suelen cenar únicamente parejas. El ambiente íntimo, desde luego. Cual fue su sorpresa cuando, al dirigirse hacia su mesa, se encuentra con que su cita era un tío. 

Al parecer la idea le vino a su compañera porque todos pensaban en la oficina que era gay ya que nunca hablaba de chicas. La noche al final fue divertida, pero el papelón de tener que explicarle al chico que no era su tipo no se lo deseó a nadie.

 NO ME ECHAS TÚ, ME VOY YO

Amanda conoció a su rollito Julián, ya se sabe, el típico chico amigo de un amigo, durante una noche de verano en su lugar de vacaciones. Se gustaron -o eso parecía-, se dieron unos cuantos besos y salieron unas cuantas veces en grupo con los amigos de Julián.

Una noche, Amanda se dio cuenta de que no sentía nada por Julián y que por quién realmente sentía era por Carlos, un amigo integrante del grupo, y que encima era recíproco. Ella, que siempre había sido muy sincera y echada para delante, decidió decirle la verdad a la cara, así que le citó al día siguiente por la noche en el lugar de siempre a la hora de siempre.

Llegó la noche siguiente y allí no apareció nadie. Julián le dio plantón de una manera escandalosa.

Pero como Amanda -y el orgullo de Amanda- no se podía quedar así, decidió llamarle para gritarle (perdón, preguntarle) que por qué no había acudido a la cita, dándole Julián la siguiente respuesta:

  • Ya me olía lo que iba a pasar, he visto cómo miras a Carlos, así que he decidido que, para que me plantes tú, mejor te planto yo.

 

Lo cierto es que Amanda tardó unos cuantos minutos en cerrar la boca y que sus ojos volvieran a ser normales y no del doble de su tamaño, pero ahora resulta que Carlos es su marido y llevan juntos casi quince años.

CUANDO TINDER SUPERA A LA FICCIÓN

¿Qué probabilidades hay de que descubras que tu cita es el ex rollo de alguien que conoces?

Pues así es Tinder. Aunque claro, teniendo en cuenta que filtra por cercanía, pues al final no resulta tan extraño. Sandra quedó con Fernando tras un It’s a match! Y varios días de conversación después. Era un chico bastante divertido que se reía de todo (y tanto que se reía de todo), además no estaba nada mal, así que decidió quedar con él. Una vez habiendo entrado en confianza y con varias cervezas en el cuerpo, empezó a hablar de una historia que a Sandra le resultaba familiar. El chico contaba cómo, tras un calentón con una chica con la que estaba quedando, fueron a su casa. Era la primera vez que se iban a acostar así que mucha confianza pues tampoco había (ya sabemos cómo son estas cosas). Después de hacerlo, al ir a encender la luz de la habitación vieron que las sábanas de la cama parecían recién salidas del matadero. A la pobrecita le había bajado la regla y se moría de vergüenza. Nunca más volvieron a quedar de lo incómodo que fue.

Tras una serie de detalles más, Sandra hiló. Resulta que la chica de la cita había sido su hermana y también se habían conocido por Tinder. Aguantó como pudo el resto de la noche callándoselo y no volvió a escribirle nunca más.

 

NO HAY TÉRMINO MEDIO

Lola lo acababa de dejar con su novio después de cinco años. Descubrió que le había puesto los cuernos no una, sino seis veces y con chicas distintas. Ella decidió que también quería disfrutar y que tenía que recuperar mucho tiempo perdido. Después de decidirse, quedó con un chico que había conocido en un curso en el trabajo, se tomaron unas copitas y se fueron a casa de Lola.

Una cosa llevó a la otra, ya se sabe, pero cuando Lola vio que aquello no llegaba ni siquiera al tamaño mínimo exigido para disfrutar, no sabía qué hacer ni dónde meterse, pero lo que sí estaba segura era de que fingir se le daba fatal, fatal, fatal. ¡Si ella solo quería un rollo de una noche y fuera!

Al final, Lola tuvo que fingir un calambre en la pierna y decirle al chico que no se preocupara, que lo sentía pero que se fuera.

Como veis, casi todo el mundo ha tenido alguna vez en su vida una cita catastrófica. Pero, ¿Sabéis lo mejor? Que no pasa nada y que si pasa, pues se le saluda.

Y vosotros qué, ¿Habéis tenido alguna cita realmente mala, de esas que se cuentan mientras te reúnes con amigos y con cervezas de por medio?